Había una vez un León que a plena luz del día era carnívoro, pero cuando la luces se apagaban, herbívoro. Lo acompañaba una princesa llamada Villaruel que manejaba un reino compuesto por 7 enanitos propios de un total de 72.

Un día se discutían las normas “bases” para organizar el reino. 67 contra 7, una batalla épica, imposible de ganar. Los 7 eran inexpertos en el manejo del arte de la política, es más la odiaban y los llamaban ratas. Sabiendo que a los pequeños roedores nada les gusta más que “repartirse el queso”, usaron sus propias armas.

Se camuflaron convirtiéndose en tan raras como ellos, dejaron de lado prejuicios y principios. Tan de lado que ya nadie encuentra esos valores por ningún rincón del reino. Así, a una ratita viajera le dieron una embajada en París, todos sabemos que no hay nada más rico que los quesos franceses. A otra rata, en este caso pongámosle Rato (tan de moda en llamar -as y -os que ya que está metamoslo mal acá también), le dieron algo que nadie sabe qué es, seguro algo que guardó en su propia cueva, porque a Corrientes no llevó nada. Este fue el más rápido de todos, había ganado medallas como canoero, lo que le da ventaja, todos sabemos como rajan las ratas cuando se les tira agua. Camau se ganó otra medalla.
A una rata “vueltera” le dieron una rotonda. Si cambió una rotonda por condonación de impuestos por 30 años a la explotación de recursos naturales, no tiene porqué saber de números .

Había un grupo de ratas que se mantenían unidas, mostraban en todos lados el cartel “Estamos vivos los 33”, como los mineros chilenos. Están desesperados porque iban por el honor, ya que sus queseras estaban llenas, gordas, tenían fontina, roquefort, sardo, de todo, muchos años coleccionando.

Las ratas del Pro, comandada por el capo de caminar por debajo de un chaparrón sin mojarse. Uno que se hace el cómico, que se aumentó la ración de queso, a 8 palitos por mes, en este caso paradójicamente llamada dieta -contradicciones si las hay-. Eso sí, no se le ocurrió decir que no en la banca sino que se enteró y enojó en la Mesa de Mirtha, una abuela convertida en buena que empezó a descubrir que los pobres no saben lo que son “las rosas rococó rosadas”. Un capo el tipo que increíblemente se llama Juez, y que deshoja la margarita, son del Pro no lo soy, soy del Javi no lo soy, debe ser de tanto ir a comer con la abu.

El país expectante quedaba en manos de las ratas cuyo estandarte es rojo y blanco, como diría un amigo bostero no es casualidad que sean pechos fríos. Estas ratas que ni ellos saben de qué lado están, no podían fallar siempre en auxilio del ganador. En vías de extinción corren para todos lados gritando como ratas por tirante.

Los 7 seguían estoicos, mientras afuera la comandante con nombre de shopping libraba una batalla a capa y espada contra el pueblo. Una guerra en las planicies de Avenida de Mayo, terroristas que atacaban la Gran Cueva. Rara la cosa, hubo marcha de la CGT, de los estudiantes, del 24 de marzo, del día del trabajador, y no pasó nada y en esta sí. Un detalle: en las anteriores NO HABÍA POLICÍAS. La Pato, si bien es otra especie debería ser rata, sabe armar esas marchas.

Treinta y cinco muertos y en Estado de Sitio en 2001 otorgan experiencia a cualquiera. Y mientras tanto en el reino del revés, donde pagan menos los ricos y ganancias los pobres, 36 a 36.. Menos mal, podría haber pasado como a Tinelli en la AFA que votaron 75 y salió 38 a 38. Y eso que en la AFA si algo saben es de números. La princesa Victoria , desempata y mete un gol. Siete contra sesenta y cinco, parece mentira que a veces CRECEN LOS ENANOS. Colorín colorado, no, no ese color es de zurdos socialistas.

Comentarios