El gobierno y la red de medios oficiales, paradójicamente privados pero oficiales al fin, destacan en negritas el éxito de Milei: la baja de la inflación. Lo que lo convierte, según ellos mismos, en el mejor presidente de la historia. “Resultados sorprendentes”, titulan. Claro está que la palabra “sorprendente” como “extraordinario” o “increíble” tienen dos formas de interpretarse, a la ligera, como algo muy bueno, pero podemos decir, por ejemplo, que ese show fue increíblemente bueno o malo. Es extraordinario un terremoto por lo habitual y sin dudas es pésimo. Esto es increíble de bello o increíblemente espantoso
Autoproclamado como el mejor presidente de la historia con un curso de 14 meses en un país tan complejo como Argentina es como que te opere la Dra. Rímolo. No hablemos de lo que destruyó como el consumo, la industria, los cierres que van desde Nissan hasta Vitamina y Uma, la suba de la desocupación, la sangría de los ahorros de la gente vendiendo de a 200 o 300 dólares (ahorrados aunque usted no lo crea durante el espantoso gobierno de Alberto) para pagar los servicios, ya ni siquiera para comprar bienes de consumo durables como una tele o un lavarropas. Pasando por el endeudamiento con las tarjetas de créditos para financiar el morfi.
El mejor presidente de la historia que no construyó ni una sola escuela. Si lo comparamos con Sarmiento, ya que pretende llevarnos al país de la generación del 80, entre 1868 y 1874 en seis años que gobernó, construyó 800, es decir nos da un promedio de 133,33 al año. Milei en 14 meses estaría 144 abajo
Voy a obviar hacerlo con Perón por cuestiones de economía métrica. Imposible hacer una enumeración taxativa. Basta con mirar alrededor de 10 manzanas en cualquier lugar del país y verás algo construido por el Peronismo
Pero supongamos que nos quedamos con el único “logro” resaltado: LA BAJA DE LA INFLACIÓN. Estos días estamos asistiendo a un espectáculo de contradicciones del propio presidente respecto de las bondades del FMI. Un cambio radical, nunca entendí porque se asocia a un gran cambio con la palabra radical, porque si hay algo que no cambia más son los radicales, siempre iguales, tibios y acomodaticios
En fin, volvamos al Presidente y su logro. Supongamos que Juan (siempre está Juan en los ejemplos) tiene un Fiat Duna. Un buen día pega un buen laburo. Se cansa de que el auto lo deje tirado, va a una concesionaria y se compra el último BMW prendado, lo comienza a pagar en cuotas. Llega al barrio, la gente aplaude sus logros, lo ponen como ejemplo de superación, los chicos y su mujer lo ven como un ídolo total, le dicen “grande pá” todos los días. Hasta consigue un par de amantes. Juan se la cree, se empieza a juntar en el café con empresarios poderosos, cosecha nuevos amigos, lo invitan a las reuniones del Rotary. Para pagar las cuotas cierra todos los grifos, no cambia ni una lamparita de su casa (chau obra pública), si se enferma alguno solo le da medicamentos esenciales (para lo otro usa tés, cura de empachos, mal de ojo y toda curandera ad hoc) como a nuestros jubilados. Achica todo, motosierra. De todos modos no alcanza, apela al canuto de la mujer primero, luego al de los chicos. En el chanchito hay guita que le regalaron los abuelos cuando cumplen años, algún vuelto de hacer los mandados y hasta lo que le dejó el Ratón Pérez. Los pibes los entregan ESPERANZADOS en seguir presumiendo en el BM. Como Juan no piensa en cómo generar nuevos recursos, nunca habla de PRODUCIR MÁS, sigue sin alcanzar, porque no solo no tiene donde más recortar sino no calculó la cuota del seguro, los services y la nafta. Paradójicamente como dicen en su propio barrio se “quedó -valga la redundancia- sin nafta”. Así las cosas toma la solución más rápida RECURRE A CREDIL O SEA AL FMI. Juan se queda sin BMW, sin familia que ya no le cree y sin dignidad. Fin.